Escuche tantas estupideces acerca de la expropiación de YPF en los últimos días que ya me siento harto, cansado, podrido de ver que la gente se llena la boca de definiciones sobre las que no entiende una mierda. No digo que sepa las legislaciones, no entiende ni el concepto siquiera. Sin embargo, el argentino medio igual habla. Total, es lo único que sabe hacer.
El Estado, un Estado con Mayúsculas, tiene el deber de establecer reglas claras, justas y adecuadas al concepto de “bien común”. Si esas reglas son adecuadas y convenientes, entonces las Empresas se establecerán sean nacionales o extranjeras. E invertirán porque así ganarán más.
El Estado no tiene por qué decirle a una Empresa en que debe invertir. La empresa lo hará solita, porque así obtendrá más beneficios. Si el Estado desea que una empresa invierta en un determinado sentido, lo que debe hacer es establecer una política que fomente el interés empresario en ese sentido. O, si no despierta interés, crear un emprendimiento estatal. Ese y no otro fue el sentido de la creación de YPF como empresa estatal. O Gas del Estado o Teléfonos del Estado. En un principio, allá lejos y hace tiempo.
Cuando tenemos un gobierno que se cree omnisciente y omnipotente, pero que sobretodo desprecia a sus ciudadanos genera distorsiones aplicando políticas económicas o sociales basados en premisas absurdas surgidas de su propia soberbia.
El kirchnerismo es un gobierno autoritario (yo diría fascista) que desembarca en el Estado y pretende decirnos a todos los ciudadanos que no sabemos nada de nada y que, por lo tanto ellos deben decirnos “manu militari” que y como hacer y pensar.
Un kirchnerista no solo cree que lo sabe todo, sino que es el único que lo sabe. Ademas piensa que todos los demás conspiran por obstruirlos. Basado en este concepto fascista, soberbio y paranoico de la vida, actúan como los reyes autocráticos de los siglos pasados, de dudosa infalibilidad, decidiendo por nosotros, casi sin consultarlo (o simulando hacerlo). Y como le pasó a los reyes antiguos, fallan.
El resultado de la aplicación de este pensamiento es visible hasta para un lego: empresas amigas que ganan sin invertir, que no conocen el riesgo porque están acostumbradas al abundante apoyo estatal y el control de sus precios. Y uno se pregunta todavía, ¿por qué la TBA de Cirigliano no invierte en sus trenes? O¿Por qué Repsol YPF no invirtió en exploración petrolera y tecnológica? Uno debería preguntarse para que hubieran de invertir, si el gobierno les garantizaba que igual seguirían ganando. ¿Es culpa de Cirigliano o de Brufau? ¡No! es culpa de los funcionarios públicos que favorecieron la distorsión que nos lleva a tener YPF sin reservas o un TBA con 52 muertos o una Aerolíneas Argentinas fundida y dependiente de los impuestos de todos los pocos contribuyentes del país.